Según nuestra experiencia, esto no hace más que aumentar el nivel de ansiedad de los postulantes a un cargo, quienes se ven obligados a representar un papel con el que la mayoría de las veces no se sienten nada cómodos, además de entrar en notorias inconsistencias.
En muchísimos casos, conversando con las personas, terminan diciendo "es que a mí me dijeron que tenía que decir... o a mí me dijeron que tenía que hacer..." y, por suerte, eso hace que baje el nivel de ansiedad y que se pueda conversar de otra manera.
Las entrevistas de trabajo SON CONVERSACIONES, y como tales deben ser flexibles y estar adaptadas a la situación de entrevista y a la persona entrevistada. La riqueza de dicha herramienta es justamente el lograr conocer al participante, dentro de un marco formal y con objetivos definidos. En esta línea, las entrevistas NO DEBEN ESTAR ARMADAS ni por los postulantes y mucho menos por parte de quién entrevista.
Los profesionales que nos dedicamos a este tipo de prácticas podemos equivocarnos, claro está, pero tenemos que capacitarnos, adaptarnos a los cambios y actualizarnos, y fundamentalmente ampliar nuestra capacidad de comprensión, empatía y seguir trabajando en nuestra capacidad de escucha, para que las entrevistas de trabajo dejen de generar las emociones que parecen estar generando.