15/04/2021

El Síndrome de Calímero: el detrás de escena de la queja

por Beatriz Martínez García

Todos nos quejamos en algún momento. Y algunas veces, nos quejamos mucho más. Probablemente todos necesitemos quejarnos, como válvula de escape en alguna situación. En una buena medida, la queja es una forma de desahogarse, de expresar una emoción, de liberar una tensión. Pero cuando se vuelve una forma de relación, hay que escuchar atentamente y entender de dónde viene esa queja, qué efectos tiene en la persona que lo hace y qué efectos tiene sobre nosotros.

El síndrome de Calímero hace referencia a esas personas incomprendidas, o que no paran de quejarse de lo mal que les va. El psicoanalista e investigador francés Saverio Tomasella (1) conceptualiza este tema en su libro "El síndrome de Calimero", y toma el nombre con base a un animé sobre un pollito de plumaje negro, muy inconformista y quejoso, que se siente incomprendido por los demás (y que repite frases del tipo "¡Esto es una injusticia!" o "¡Es que los mayores no me entienden!", etc.) (2).

Para el autor, las quejas siempre se enmarcan dentro de un contexto. Por eso, pedirle a alguien que se deje de quejar, o hacer oídos sordos a la persona "quejosa", puede ser un riesgo o una oportunidad perdida de poder ayudar. De hecho, Tomasella sostiene que detrás de las quejas por lo general hay un sufrimiento real, un reclamo emocional desatendido de forma reiterada (probablemente en otras áreas de su vida, no en las que se queja).

El síndrome de Calímero

Según Tomasella, el síndrome de Calimero es un "fenómeno contemporáneo en una sociedad al borde de la implosión".  Muchas veces, quienes se quejan mucho han experimentado injusticias reales y tienen miedo de ser víctimas otra vez. 

Entonces, en lugar de hablar de una preocupación demasiado profunda, la queja del "calímero" se orienta a otras cuestiones "menos dolorosas" (y más cotidianas), como el ómnibus que no pasó, el jefe que no me escuchó, o el café frío que me acaban de servir. De esta forma, a nivel psicológico, una expresión oculta de dolor se relaciona con algo cotidiano (y menos cargado emocionalmente) que sí puede expresarse de forma libre y pública sin consecuencias emocionales o hasta sociales.

Como ya mencionáramos, la queja no siempre es negativa. Si es algo puntual y específico, puede ser positiva porque llama la atención. Puede ser una forma de cambiar una situación cuando hay un problema en el trabajo o en la familia, o incluso a nivel social. Pero para que así sea, la queja debe ser planteada como algo puntual, objetivo, o desde la emoción si es necesario ("siento que", "me parece que", etc.) y con posibilidades de ser cambiada. La persona se vuelve un “calímero” cuando las quejas son un monólogo y es casi exclusivamente su forma de relacionarse con los demás.

¿Cómo gestionar a los calímeros?

La pandemia, entre otras cosas, nos está poniendo más quejosos. Si bien mucha queja puede llegar a agotar, cuando esto ocurre el objetivo no es cansar al otro; es que probablemente la persona no sabe cómo salir de esa situación. En la mayoría de quienes se quejan mucho, hay algo que está "roto"; hay un verdadero sentimiento de "dolor". Esa necesidad de escucha y de atención constantes, puede, en algunos casos ocultar una necesidad de sentirse cuidado y reconocido por el otro.

Si el interlocutor posee capacidad de escucha y lo reconoce, es probable que la queja se apague con ese reconocimiento. En otras personas o hasta en equipos, la queja se puede volver cultural (se covierte en la forma de hacer las cosas), y los problemas que plantea en su queja parecen no resolverse con las soluciones que se le da como respuesta. En esos casos en que las personas (o los equipos) tienen cierta tendencia a quejarse de forma constante, esto puede convertirse en un pensamiento automático y reiterativo en el que ya no existe ninguna conciencia sobre lo que se dice (como que la queja queda en piloto automático, y es la primera reacción que aparece frente a una situación que no sabemos cómo resolver).

Para la mayoría de nosotros la emergencia sanitaria ha puesto de cabeza nuestra vida. Prácticamente todos conocemos a alguien que tiene un familiar, un amigo o un compañero de trabajo que ha fallecido por Covid o la está peleando en un CTI. Muchos nos hemos aislado de nuestros seres queridos, intentando cumplir a rajatabla los protocolos sugeridos por las autoridades sanitarias del país. En este contexto resulta casi imposible no quejarse, enojarse o lamentarse. Por eso, decir que "no tenés que quejarte, sino accionar", como a veces se sostiene, puede no dar resultado con todo el mundo, e incluso puede ser otro sentimiento de rechazo o enojo que sufre quien se queja.

La empatía y la capacidad de escucha: competencias para ayudar a un calímero

Vivir enojado o quejándose no sólo perjudica a quien lo hace, sino que es probable que impacte negativamente en quienes le rodean. Escuchar todo el tiempo a una persona quejarse, hace que el cuerpo genere más cortisol (hormonas del stress), con todo lo que eso puede traer aparejado en las personas y en los equipos (temas que hemos tratado en otros artículos de BM&Asoc.). De ahí la importancia de entender y aprender a gestionar este tipo de situaciones.

Hace algunos años, en un Taller sobre Liderazgo en una institución de salud, alguien me preguntó "¿pero ahora los jefes tenemos que ser psicólogos? ... porque a mí no me pagan por eso". Lo que se me ocurrió en ese momento fue decirle que lo que tenía que ser era líder, no psicólogo. Y que si no lo estaba haciendo, entonces quizás debería devolver parte de lo que le estaban pagando como jefe, porque no estaba haciendo bien su rol.

Los líderes de equipo tienen que desarrollar la empatía para acercarse a sus colaboradores, en cualquier circunstancia. Pero en momentos de pandemia como los que estamos viviendo, la empatía y el saber escuchar se vuelve una competencia imprescindible. Muchas personas están viviendo situaciones reales de vulnerabilidad física y psíquica, y no encuentran otra manera de expresarlo, que la queja. Saber escuchar y entender son claves para que la otra persona se sienta respetada y tenida en cuenta.

Si quien está escuchando la queja puede establecer una conversación empática, podrá ser capaz de transformar las quejas en una expresión emocional, lo que probablemente logre destrabar la situación.

Una vez más, necesitamos líderes empáticos, que conversencomprendanacompañen y que ayuden en el desarrollo de sus equipos.

Referencias:

(1) Saverio Tomasella es un psicoanalista, investigador y escritor francés, nacido en Saint-Cloud, cerca de París, en 1966, Doctor en Administración, Doctor en Psicología y Psicopatología. Autor de "Le syndrome de Calimero" (2017)

(2) "Calimero, el pequeño pollo negro", anime basado en una creación italiana de Carlo Peroni (Perogatt)


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