19/02/2022

El FENÓMENO DEL IMPOSTOR: cuando se vuelve imposible creer en uno mismo

por Beatriz Martínez García

¿Escuchaste hablar del FENÓMENO del IMPOSTOR? Si bien es un fenómeno que se descubrió hace más de 40 años, en el último tiempo se ha difundido mucho, probablemente por los elevados niveles de autoexigencia que parece estamos viviendo.

Quizás alguna vez sentiste que no valías lo que algunas personas pensaban que valías, o que tu buen desempeño era un error de percepción de los demás, y que no te lo merecías. Si bien eso no confirma que estés cursando este fenómeno, puede ser una luz amarilla para que te detengas a pensar en eso.

El trabajo de la Dra. Pauline Clance

El fenómeno del Impostor (algunos autores señalan que se le llama coloquialmente Síndrome, aunque clínicamente no está reconocido como tal) fue identificado a partir de las observaciones clínicas realizadas por la Psic. Pauline Clance (https://www.paulineroseclance.com/prc_biography.html) durante las sesiones de terapia con mujeres que habían demostrado un alto rendimiento en su desempeño profesional. No obstante estas mujeres demostraban un evidente éxito profesional, tenían una vivencia de sí mismas como “fraudes intelectuales” y temían ser reconocidas en algún momento como impostoras (de ahí el nombre del fenómeno). Las pacientes de Clance sufrían ansiedad, miedo al fracaso y se sentían insatisfechas con su vida.  

En la década del 70, la Dra. Clance junto a la Psic. Suzanne Imes, observaron en estas mujeres un patrón preocupante.  Todas mencionaban sentir que no se habían ganado realmente su puesto; que no podían lograr las cosas que los demás esperaban de ellas, que se sentían menos de como otras personas las veían. Todas compartían el sentimiento de miedo de que los demás podían descubrirlas en esa “mentira”.

Las autoras llamaron a este patrón el fenómeno del impostor: la creencia de que no se han ganado su éxito, que lo que lograron es resultado de la suerte. Estas creencias van acompañadas de la sensación que en algún momento serán descubiertas y señaladas como IMPOSTORAS.  Clance describió a los impostores como personas que tienen un nivel de exigencia muy alto para sí mismos, lo que les lleva a hacer todo lo posible por evitar cualquier fallo o error.

El costo mayor para quienes padecen este fenómeno es psicológico; algunos trabajos documentan vínculos entre el fenómeno y el desarrollo de depresión y ansiedad. Otros autores, como Henning, Ey y Shaw (1998), encontraron fuertes asociaciones entre el perfeccionismo que tienen esas personas y los sentimientos de impostor. 

Algunos estudios han encontrado que los síntomas del fenómeno impostor afectan más a las mujeres (Patzak, Kollmayer & Schober, 2017; King & Cooley, 1995; y McGregor et al., 2008), mientras que otros han encontrado que los hombres impostores sufren más los síntomas del fenómeno impostor que las mujeres (Badawy, Gazdag, Bentley & Brouer, 2018). Finalmente otros estudios no han encontrado diferencias de género en los síntomas del fenómeno impostor (Cowman & Ferrari, 2002, Thompson et al., 1998).

En el caso del fenómeno en las mujeres, los estudios sugieren que algunos contextos en los que se valora mucho el ser "brillante", son probablemente inhóspitos para las mujeres, que habitualmente son objeto de estereotipos negativos sobre sus capacidades intelectuales. Por ello, sostienen, las diferencias de género en los sentimientos del impostor podrían verse exacerbadas en esos campos donde la "brillantez" se considera esencial para el éxito.

Los síntomas

Los profesionales en salud mental que trabajan con pacientes con el fenómeno del Impostor han identificado algunos patrones que tienden a repetirse. Algunos de esos patrones son la sensación permanente de sentirse falso intelectualmente, y que esa falsedad en algún momento va a ser descubierta. En términos más cotidianos, es esa sensación recurrente de que los demás piensan que yo sé mucho de un tema, pero en realidad yo creo que no sé tanto, y me da miedo que se den cuenta de que no sé. Esa sensación – que angustia y produce ansiedad - lleva a una hiper dedicación en el trabajo (como si de esa manera disminuyera la sensación, la que no disminuye porque no es real, es fantaseada).

Las personas que sufren este fenómeno tienden a ser muy autoexigentes y responsables, porque desde su punto de vista hay que hacer lo que sea para evitar que se descubra su falsedad intelectual. Esta alta exigencia profesional se derrama a otros ámbitos de su vida, y sienten la misma presión en el área laboral, que en la social y familiar.  

El diagnóstico

Como cualquier fenómeno de este estilo, cuando el término se populariza es difícil identificar con cierta certeza los síntomas, y parece que todos estamos pasando por este fenómeno. Lo malo es que cuando pasa eso se banaliza el concepto, y quienes realmente lo están sufriendo no reciben la adecuada atención.

La experiencia del impostor es muy habitual, ese sentimiento de baja autoestima que gran parte de nosotros podemos tener a lo largo de la vida, pero empieza a considerarse seriamente cuando genera una sensación de insatisfacción o de agotamiento por sentirse obligado u obligada a cumplir con expectativas laborales o sociales. Y principalmente cuando impide que logros importantes o muy merecidos no se puedan disfrutar. Puede llegar a convertirse en una experiencia muy dolorosa que afecta toda la calidad de vida.  

En los años 80s, diez años después de identificado el fenómeno, la Psic. Clance publicó la primera escala para medir el fenómeno del impostor, a la que llamó “Escala del fenómeno del Impostor de Clance” (Clance IP Scale; CIP por sus siglas en inglés). En un formulario de 20 preguntas (ver fuentes consultadas), el CIP mide el síndrome del impostor en seis dimensiones: 

1.      El ciclo del impostor

2.      La necesidad de ser especial o el mejor

3.      Características de “superhombre” o “supermujer”

4.      Miedo al fracaso

5.      Negar las capacidades propias o restarles importancia a los elogios 

6.      Sentir miedo y culpa por el éxito

No obstante lo anterior, y de que existe una escala que cualquiera puede usar, cabe aclarar que cuando hablamos de fenómenos que implican elevados niveles de angustia, ansiedad, stress o cualquier otro fenómeno psicológico, la consulta debe ser siempre con un profesional de la psicología (o de la medicina, para su derivación). Es importante evitar el autodiagnóstico, o el pseudodiagnóstico y diferenciar la “sensación” de impostor, del sufrimiento real del fenómeno.

La consulta debe ser siempre con un profesional de la psicología (o de la medicina, para su derivación). Es importante evitar el autodiagnóstico, o el pseudodiagnóstico y diferenciar la “sensación” de impostor, del sufrimiento real del fenómeno.

La importancia de poner el tema en agenda

Al igual que otros fenómenos del estilo, o de síndromes ya incluidos dentro de las consideradas enfermedades profesionales, el fenómeno del impostor crea verdaderas barreras en la vida de quienes lo sufren. Como mencionábamos anteriormente, y más allá de su relación con la ansiedad y la depresión, las personas que sufren el fenómeno pueden ser más propensas a rechazar oportunidades profesionales como la de ocupar puestos de liderazgo o estancarse en sus estudios, además de tener consecuencias a nivel social y familiar.

Los niveles de stress pueden llegar a dispararse, con el consiguiente riesgo para la salud tanto física como mental.

Como líderes o integrantes de un equipo es importante conocer la existencia de este fenómeno, para orientar a la persona que lo sufre en búsqueda de apoyo de un profesional de la salud mental si así lo requiriera, o incluso para identificar los síntomas en uno mismo y pedir ayuda.

Fuentes consultadas

Si bien al principio se pensó que se trataba de un fenómeno exclusivamente individual, en los últimos años se ha identificado además como fenómeno situacional. Es decir, el contexto en donde se desempeña la persona también es de relevancia para el desarrollo del fenómeno.

Aunque parecería que los impactos de este fenómeno son de corto plazo, además de que la angustia o la ansiedad pueden cristalizarse, el efecto se perpetúa en el tiempo porque algunas personas renuncian a estudiar cosas nuevas o a postular a cargos de liderazgo o de mayor jerarquía por miedo a ese rechazo. Es como si esas personas pensaran que su inteligencia “no puede cambiar”, o que sus capacidades no pueden desarrollarse más y esa percepción no cambia incluso cuando tengan un logro importante y objetivo. Parece como si existiera una brecha entre sus capacidades y la percepción que tienen de sus capacidades. Y para que esta “mentira” no se note, quienes lo sufren intentan trabajar más duro, autoexigiéndose cada vez y elevando los niveles de stress.


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