El mundo laboral ha experimentado una rápida transformación, particularmente acentuada tras la irrupción de la pandemia y la proliferación de empleos remotos o con modalidad híbrida. Los trabajadores y trabajadoras se encuentran en una posición de vulnerabilidad ante un mercado laboral caracterizado por su notable flexibilidad, en mundo casi líquido (en el sentido que le da Zygmunt Bauman a la “sociedad líquida”). Este contexto los somete a remuneraciones insuficientes, a una disciplina laboral constante pero imperceptible, a una pérdida de control sobre su tiempo y a la necesidad de estar disponibles en todo momento. Esta perniciosa forma de empleo es hoy una realidad de gran prevalencia, permeando tanto el bienestar físico como psicológico de las personas y generando trastornos mentales.
El trabajo puede constituir una actividad gratificante, saludable, significativa y hasta placentera. Sin embargo, también puede transformarse en una experiencia insoportable que afecta la salud y, hasta puede llevar a la muerte. Muchas personas buscan en vano la obtención de empleos dignos y equitativos y se ven forzados a asumir uno o varios empleos precarios que ejercen un impacto adverso en su salud y calidad de vida. La precariedad laboral conlleva una existencia caracterizada por la inseguridad, la fragilidad, un envejecimiento prematuro y una reducción de la expectativa de vida.
¿Qué es la precariedad laboral?
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) introdujo inicialmente esta noción en el año 1974, la cual se definía en función de la inestabilidad inherente al empleo, ya sea por la inexistencia de contrato, o por contratos por tiempo determinado.
En la actualidad, la precariedad laboral se erige como un fenómeno endémico y estructural que se propaga por una amplia gama de ocupaciones y sectores productivos. Independientemente de si nos referimos al ámbito privado o público, en cualquier esfera de actividad, la precariedad laboral se ha convertido en lo que algunos autores han denominado una "patología normalizada". La evidencia científica corrobora que la precariedad laboral constituye un factor social perjudicial para la salud, configurando una suerte de "pandemia tóxica" que incrementa la posibilidad de padecer enfermedades y experimentar un deceso prematuro para aquellas personas que trabajan bajo tales condiciones. La precariedad laboral desestabiliza la rutina diaria, obstaculiza la capacidad de planificación, propicia la inseguridad y el sufrimiento, conduce a la alienación y frustración, favorece la emigración económica y la desesperanza, promueve la sumisión y el temor. De esta forma, origina una diversidad de problemáticas en la salud mental, tales como ansiedad y depresión, que provocan un considerable sufrimiento psicológico y cuyos efectos se manifiestan en todas las áreas de la vida.
Precariedad y Salud Mental
Gran parte del malestar y la angustia que experimentan algunas personas “tiene una causa social”, que se expresa y percibe en forma de una amplia variedad de signos y síntomas físicos y/o psicológicos (por ej., ansiedad, crisis de pánico, depresión, cefaleas, mareos, lumbalgias, parestesias, fatiga y reacciones cutáneas, entre otras muchas).
Según datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el 34% de las enfermedades en la región América Latina están relacionadas con la salud mental. La enfermedad más frecuente es la depresión y, en segundo lugar, la ansiedad. Según algunos estudios, los trastornos mentales son responsables del 22% de la carga de enfermedad en la región, y se espera que para el 2030 se conviertan en la principal causa de discapacidad.
La precarización oculta
Si bien un trabajo precario puede tener diversas facetas, se lo suele definir por la incertidumbre que acarrea en cuanto a la duración del empleo, la presencia de varios posibles empleadores, una relación de trabajo encubierta o ambigua, la imposibilidad de gozar de la protección social y los beneficios que por lo general se asocian con el empleo, un salario bajo y obstáculos considerables tanto legales como prácticos para afiliarse a un sindicato y negociar colectivamente."(Oficina de Actividades para los Trabajadores ACTRAV OIT, 2011).
A pesar de que la precariedad laboral está presente en múltiples esferas, en gran medida permanece en la penumbra. Su comprensión es insuficiente, su medición inadecuada y su evaluación carece de un enfoque apropiado. No obstante, ¿por qué hacer referencia a una "precarización oculta"? Existen diversas formas de precariedad. Algunas son notoriamente evidentes, mientras que otras se presentan camufladas incluso como "beneficios". Es posible debatir sobre cuáles son perceptibles y cuáles están más veladas, pero es indiscutible que todas, sin excepción, ejercen un impacto sobre la salud mental.
La investigación epidemiológica establece una relación inequívoca entre la precariedad laboral y la mala salud mental en la población activa. Sin embargo, estas consecuencias en la salud mental varían según el tipo de precariedad. Por ejemplo, en comparación con quienes mantienen empleos estables, es posible que las personas con contratos temporales experimenten condiciones laborales más desfavorables, aunque no está probado que presenten un mayor riesgo de trastornos mentales. Por otro lado, los trabajadores informales a menudo reúnen muchas de las características más extremas de la precariedad laboral y padecen un peor estado de salud mental en comparación con quienes tienen empleos formales. Además, las mujeres se encuentran en una situación más precaria, y las desigualdades de género influyen en el impacto en su salud, de modo que las mujeres con empleos informales tienen una mayor propensión a sufrir trastornos mentales que aquellas con contratos de trabajo formales.
Numerosos estudios han documentado la relación entre la conciliación de la vida laboral y familiar y el estado de salud mental. No obstante, las nuevas modalidades híbridas de trabajo (cuando no son opcionales) a menudo empeoran las condiciones laborales, especialmente en el caso de las mujeres, quienes deben continuar asumiendo las responsabilidades domésticas al mismo tiempo que desempeñan su labor de forma remota (el fenómeno de la doble presencia).
La investigación estima que el riesgo de experimentar trastornos de salud mental es más de dos veces mayor entre aquellos que trabajan en condiciones precarias en comparación con quienes tienen empleos más estables. El Informe PRESME (España) ha calculado el riesgo de depresión atribuible a la precariedad laboral; de los más de medio millón de casos estimados en la población activa en el año 2020, se estima que al menos 170,000 podrían haberse evitado si la población precarizada hubiera tenido empleos más estables. Tanto el desempleo como la precariedad laboral ejercen efectos perjudiciales para la salud.
Las formas de la Precarización Oculta
El clima y la cultura organizacional también son otros de los factores que impactan negativamente el bienestar de los trabajadores. Las largas jornadas de trabajo y el desbalance entre la vida personal y el trabajo ejercen presiones adicionales sobre los niveles promedio de estrés
Entre otras formas de “Precarización Oculta”, citamos (la lista no es para nada exhaustiva)
Precariedad y Salud Mental
La salud mental representa una faceta integral del bienestar y la salud en su totalidad, trascendiendo la mera ausencia de trastornos mentales. La Organización Mundial de la Salud (OMS) concibe la salud mental como "un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, capaz de afrontar las tensiones normales de la vida, trabajar de forma productiva y fructífera, y contribuir a su comunidad". Por otro lado, un trastorno mental se puede caracterizar como alteraciones en la conducta, emociones y cogniciones que resultan adversas, aversivas o desagradables para quienes las experimentan. En la actualidad, el malestar psicológico, el sufrimiento psíquico y la dependencia constante de medicamentos para sobrellevar la jornada laboral han llegado a ser reacciones normalizadas frente a las dificultades que emergen de un entorno laboral impregnado de procesos patológicos.
La salud mental de la población se ve influenciada por una amalgama de determinantes sociales. No obstante, subsiste una creencia arraigada en muchas personas que tiende a atribuir la mayor parte de los trastornos de salud mental a factores de carácter psicológico o biológico, mayormente de naturaleza individual. Esto conduce a que una parte considerable de la fuerza laboral internalice su sufrimiento y se sienta responsable de sus síntomas, sin percibir las profundas raíces que subyacen en su situación laboral y su angustia psicológica.
El desafío de la gestión de personas en las organizaciones
Un informe elaborado por la firma Deloitte ha revelado que las empresas que implementan programas de bienestar en el ámbito laboral pueden obtener un retorno de inversión de hasta cinco veces la cantidad invertida. En otras palabras, por cada dólar destinado al bienestar laboral, las organizaciones pueden beneficiarse con hasta cinco dólares en términos de incremento en la productividad, retención de talento, reducción de gastos relacionados con la salud, entre otros aspectos.
A nivel macro, existen pocas iniciativas destinadas a abordar la problemática de la precariedad laboral. A nivel micro, estas iniciativas son aún más escasas. Por lo tanto, es fundamental llevar a cabo investigaciones y aplicar estrategias de salud mental que incluyan medidas de prevención, detección y acción en el ámbito organizacional, y dentro de la propia organización, en caso de identificar factores de riesgo que puedan afectar negativamente la salud mental de los colaboradores.
Es importante destacar que una gestión inadecuada de los riesgos psicosociales puede contribuir a la aparición de problemas de salud mental en el entorno laboral, afectando el desarrollo del trabajo, el desempeño seguro de los empleados e incluso llegando a ser motivo de ausencia laboral o incapacidad, lo que resulta en la pérdida de talento, con consecuencias tanto a nivel individual, organizacional y social.
Además de lo anterior, es imperativo resaltar la importancia de una atención especializada en la gestión apropiada de los riesgos psicosociales en aquellas organizaciones cuyas actividades laborales intrínsecamente conllevan riesgos psicosociales, como es el caso de aquellas que tienen turnos rotativos, empleo nocturno, jornadas laborales extensas, alto grado de incertidumbre y presión, incompatibilidad entre el trabajo y la vida familiar, responsabilidad sobre terceros, exposición a situaciones críticas o traumáticas, inseguridad personal o laboral, entre otros factores.
Algunas acciones desde el rol:
Hay varias acciones que podemos abordar desde el rol de Gestión de Personas para asegurar contextos laborales de bienestar y seguridad. El siguiente listado recoge algunas de ellas:
Reconocer la existencia de la precariedad laboral y promover su medición, análisis y evaluación representa un punto de partida fundamental para la acción. Los organismos gubernamentales deben garantizar, mediante herramientas de seguimiento y control, la identificación de entornos laborales hostiles y situaciones que ocasionen sufrimiento en los trabajadores. En el plano de las organizaciones, hay mucho por hacer. La reducción y erradicación de la precariedad laboral constituye uno de los desafíos más significativos de nuestra época y es esencial para avanzar hacia un mundo más equitativo, justo y solidario.
Bibliografía Consultada